Capítulo XVII
"...Enrique se movía por la Bahía de Lagunilla, en
busca de alguna respuesta afirmativa. Recorrió varios lugares y comprobó con
desilusión que la doctora Viera no había compartido con él aquella vida anterior.
—¿Quieres
ver la catedral? —preguntó él, anhelando proseguir el viaje y el descubrimiento
de su pasado.
—¿Aquí
hay una catedral? ¡Pensé que este sitio no era demasiado importante! Si a ti te
parece que merece la pena, la vemos —respondió Alejandra, deseosa de salir de
aquel paraje donde el ocre hacia un lado y el azul furioso hacia el otro
rivalizaban.
El
coche avanzó entre la arena dando saltos. Levantó polvo hasta frenar en seco en
mitad de la nada. Ella esperaba encontrar alguna construcción de Jesuitas en
medio de aquellas dunas y buscó el templo. Siguió a Enrique y al taxista, que
se dirigieron cuesta arriba hacia un montículo de arena. Menos mal que no
comenté en voz alta que a quién se le había ocurrido levantar una catedral en
estos parajes, pensó Alejandra. Resulta difícil describir con palabras el
hermoso paisaje que apareció de pronto. El océano, de color turquesa, se
entretenía con olas gigantescas en dar forma a unos inmensos acantilados. Los
delgados estratos de arena habían conseguido crear una puerta por donde el agua
se paseaba orgullosa y deshacían con calma la piedra por el roce continuo del Pacífico. Los pájaros se posaban
encima de un pináculo que aún se mantiene majestuoso ante la furia de las olas.
El agua era todo menos una masa líquida; parecía una alfombra despeinada.
Cuando rompía sobre las verticales de la costa, se convertía en efervescencia.
La doctora Viera perdonó por un instante el polvo, el cansancio, los largos
trayectos en autobús, las duchas de agua fría, el dolor de espalda, los
bocadillos de palta e, incluso, las lúgubres habitaciones con sábanas usadas y
besó con pasión a Huamán.
Abrazados,
continuaron el viaje hacia el sur en aquel taxi."
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En la Reserva de Paracas, camino a las Líneas de Nazca: La "Catedral", antes del terremoto de 2007.
Lo que queda de esa formación rocosa, después del terremoto, podemos observarlo en el vídeo. ¿Pena por su desaparición? Sí, pero más me entristecieron el número de muertos, de viviendas derruidas, de familias que perdieron a sus seres queridos y todas sus pertenencias.
Hay lugares donde los terremotos insisten. Perú es uno de esos lugares. Lo que aún no comprendo es a qué están esperando para diseñar las construcciones teniendo en cuenta estos devastadores fenómenos. ¡Falta de medios, falta de dinero, falta de previsión! ¿Qué culpa tiene la población de la ineptitud de muchos de los gobiernos que pululan por el mundo?
La Reserva Nacional de Paracas es una reserva protegida, ¿a qué están esperando para proteger a la población que habita en la zona y en sus proximidades?
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