domingo, 23 de junio de 2013

Machu Picchu como punto de partida

Existen montañas que son especiales en sí mismas. Desconozco el motivo, sin embargo, siento debilidad por todas ellas. Cierto que el mar me relaja y ahuyenta de mí las vibraciones negativas hasta hacerlas desaparecer, sin embargo, las montañas me fortalecen y me recargan de vitalidad. 

Quiero creer que los lugares guardan la energía de sus antiguos habitantes, al igual que las casas conservan entre sus muros las historias de sus moradores.Por ese motivo, el mar no puede guardar más que historias de naufragios y de sueños, y acaba disolviendo hasta los recuerdos. Imagino también que la energía que transmite un lugar, es percibida a pesar del transcurso de los años, e incluso de los siglos. 

Machu Picchu, 500 años después de su fundación como ciudad, se mantiene cargada de energía. Encaramada en lo alto de la montaña, en un lugar de difícil acceso, parece guardar aún miles de secretos. ¿Qué tendrá esa montaña para atraer a miles de visitantes a diario? 

Cuando necesito recargar pilas, cierro los ojos, respiro profundamente y visualizo ese lugar mágico. De alguna manera, en esos momentos, consigo sentir la magia y la calma de la montaña, y también su fuerza, y me da la impresión de que nada es ya importante, excepto la vida.


 
¿Qué hubiera pasado si el tiempo se hubiera detenido
en este lugar  hace 500 años?




Capítulo II
“...Viajes para el alma”, aparecía con letras doradas en la publicidad que le entregaron en la agencia para aquellas vacaciones de Semana Santa. Estudió distintas posibilidades. La Patagonia, un crucero por el Éufrates o un safari por Tanzania fueron las opciones que barajó. Está claro que el país del Inca acaparó su atención porque, en un principio, consideró atractivos también los otros destinos. A pesar de la diversidad de ofertas, el perfil del indio derrotó cualquier titubeo.  La silueta tallada en la montaña, envuelta en la niebla —imagen que contempló en un folleto de la agencia de viajes—, influyó en su decisión, o al menos, eso creyó ella. Yo ya había leído su guión y en él me enteré de que Alejandra Viera tendría que viajar a Machu Picchu a conocer su pasado y, a pesar de desear que fuese cuanto antes, me exasperaba que actuase movida por unos hilos invisibles que nadie nota que existan. Y así lo haría, aunque ella pensó que la imagen de los restos del poblado y las llamas surcando la montaña la habían convencido para elegir aquel lugar y no los otros.

            Los colegas de ruta repetían. Compañeros de expediciones y aventuras, buscaban también respuestas en territorios lejanos. Viajaría con muchos de los que visitaron las cataratas de Iguazú, Myanmar, Camboya, Cuba, el sur de la India y, en un par de ocasiones, la selva del Amazonas en Brasil. Cuando montaban en el avión, olvidaban sus historias y se dejaban mecer bajo las nubes. Su amiga, la doctora Clara Montes, la acompañaría una vez más. Compartían profesión, inquietudes, excursiones y, a veces, amantes a escondidas. Habían estudiado juntas pero en la facultad apenas se dirigieron la palabra. Tiempo después coincidieron haciendo las prácticas en el mismo hospital y, desde entonces, se hicieron inseparables. Entendí, al leer los guiones, que de alguna manera Clara jugaría un papel destacado en la vida de Alejandra y saqué la conclusión de que las personas coinciden cuando les toca actuar juntas y no antes. 
Pero eso son hipótesis de un entrometido que lee los guiones de la gente, temeroso de encontrar algún día el suyo y comprobar que lo que yo viví no fueron mis decisiones, sino los escritos de un loco que debe aburrirse, y por eso inventa los papeles de otros. La casualidad ayudó para que el guión de Alejandra cayera en mis manos, y la curiosidad hizo el resto para que siguiera leyéndolo sin poder levantar la vista del papel. Por costumbre ojeo las primeras páginas y, si me llama la atención algún pasaje, lo leo entero sin objetar si hago lo correcto, a pesar de saber que no me pertenece. Y el de Alejandra Viera, una vez empezado, no pude dejar de leerlo. ¡Nadie se va a enterar!, me animaba la voz de mi conciencia".

Cerro Patucusi con río Vilcanota, visto desde Machu Picchu.


No hay comentarios:

Publicar un comentario