Capítulo XXXVI
"...Alejandra, que aún no había tenido oportunidad
de visionar las grabaciones, iba descubriendo, entusiasmada, detalles que en su
momento pasaron desapercibidos. Revivió lo que sintió en cada uno de aquellos
lugares, las conversaciones con Enrique, los rituales, los abrazos…, como si lo
contemplase desde la distancia, en otra dimensión más lejana. Cuando la imagen
de la montaña de Machu Picchu cubrió la pantalla, justo después de haber
realizado el ritual, un rayo blanco salía de la montaña y parecía atravesar su
persona. Paró la imagen sorprendida. Rebobinó. Lo contempló pensativa.
Cecilia
no pudo evitar reír a carcajadas por la historia del rayo. Según le contó
Alejandra, Enrique le comunicó, después de abandonar Arequipa, que ya estaba
preparada para que un rayo cayera sobre ella, y pasó el resto del trayecto
temiendo las tormentas. No entendió que el rayo no tenía por qué ser físico. Se
manifestó en forma de luz que se proyectaba sobre su figura, creando a su
alrededor un áurea blanca en forma de triángulo. Recordó las últimas palabras
de Enrique al despedirse. No lo dudes. Has sido atravesada por un rayo. Eso
significa que te han aceptado en el círculo sagrado de los chamanes, le había
dicho. Intentó explicar a su hermana la importancia de aquel rayo y el
significado de aquel viaje que la había transformado.
Cecilia no daba crédito a
lo que oía. Ella nunca se había planteado si existen otras vidas. En algunas
ocasiones le había dado la impresión de haber vivido situaciones o haberlas
visto ya en algún lugar, aunque siempre lo achaco a los sueños, que muchas
veces arrinconamos en el olvido y nos muestran escenarios y acontecimientos
extraños que perduran en algún punto de nuestra memoria. ¡Pero llegar a creer
que su hermana había vivido en Perú hacía quinientos años, justamente en una
montaña, que había ayudado a una tal Coya a sanar de melancolía, que había sido
la amante de un sumo sacerdote, que había luchado contra espíritus malignos...!
Tanta aventura junta, era mucho más de lo que ella pudiera imaginar, aunque le
preocupó más la intención de su hermana de volver a Perú e instalase allí. Sus
propósitos parecían muy claros.
—Arreglaré
todos mis asuntos en un par de meses. A lo sumo, en octubre creo que regresaré
a quedarme para siempre al lado de Enrique.
—Pero
Alejandra, ¡por favor!, si en tus últimos correos me decías que estabas ya
cansada de sus propuestas de matrimonio. Lee tú misma todo lo que me contabas.
¡Si estabas hasta los moños ya de tantas experiencias espirituales y echabas de
menos los pequeños lujos a los que estás acostumbrada!
—Me
equivoqué. El tiempo me ha hecho ver las cosas de otra manera. Creo que le
quiero. Es lo que deseo hacer de verdad y es lo que haré y tú siempre me has
aconsejado dejarme llevar por mis creencias. ¿Ya no piensas así?"
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